Fotografía de Víctor Carrillo
El miedo digerido a la altura del café
causa estragos en un intestino grueso
hinchado, deforme.
El amor, en su último estado de supervivencia,
golpea las paredes, hace temblar cuerpos.
Pero aún resistimos.
Es verano, nos decimos. Y dejamos pasar la tarde.
Dejamos pasar las copas, el terror,
las noches sin dormir.
En una habitación en blanco
contemplamos el desastre de las 4pm
en la pantalla del ordenador.
Ya no hay codos para dormir la siesta.
Escuchamos música. Nos desnudamos sin deshacer la cama,
sin descorrer las cortinas.
En este agosto calmo no queda espacio para vidas corrientes,
amor corriente no potable. Una promesa. Un golpe.
Es verano, nos decimos. Y la tarde pasa con dificultad,
con más copas, sin teléfono, sin descorrer las cortinas.
También el horror necesita airearse.
Abrimos las cortinas. El verano persiste. El amor se ha ido.